El Ramadán es el mes sagrado para la comunidad musulmana. 30 días de esfuerzo mental y físico que tienen como objetivo acercarse a Dios, rezar más, pasar más tiempo con los seres queridos, ayudar a los que más lo necesitan, y ser la mejor versión de uno mismo según los principios del Corán.
Durante el mes de Ramadán, las personas musulmanas no solo practican el ayuno diurno, sino que también buscan purificar su alma, alejándose de todo aquello que nuble su espíritu, como la ira, los malos hábitos y los deseos terrenales. Es un tiempo de reflexión, autocontrol y acercamiento a Dios, muy ligado a la unión familiar y a la mejora personal.
El Ramadán es una fiesta religiosa de alegría y espiritualidad en la que las mujeres juegan un papel protagonista para generar ese sentimiento de comunidad tan importante para la religión musulmana durante este periodo. El sentimiento de pertenencia al grupo se ve reflejado en los actos de amor hacia los demás mediante donaciones económicas o con platos de comida.
El rol de las mujeres en Ramadán es indispensable, son ellas las protagonistas de preparar el gran banquete del iftar, que es el momento en que se rompe el ayuno. Este acto de servicio para la familia y para la comunidad es un acto de culto y de alabanza a Dios, porque se considera que “ser proveedor de tu familia es un gran esfuerzo en el camino hacia Dios”, frase que aplica tanto a los hombres como a las mujeres.
Según Muhammad, “Aquellos a los que Dios ama son quienes son más beneficiosos para los demás”, por lo que estos actos de amor hacia la familia acercan a las mujeres a Dios en este mes tan espiritual y sagrado.
El Ramadán nos conecta con la comunidad y con la familia. Los jóvenes musulmanes pueden crear vínculos estrechos con amigas y familia. El Ramadán es una época perfecta para desarrollar más empatía y acercarse a los demás.
Las mujeres son las que organizan los encuentros y son las cuidadoras del bienestar emocional y espiritual de quienes les rodean, por lo que son generadoras de espacios seguros desde donde vivir el Ramadán con profundidad y sentido.
Para la juventud islámica, el Ramadán representa un desafío y una oportunidad. En un mundo donde la inmediatez y la desconexión predominan, el ayuno se convierte en un acto de resistencia y conciencia. Los jóvenes musulmanes equilibran sus estudios, trabajo y vida social con la práctica espiritual, encontrando en este mes una manera de reconectar con su identidad y con su comunidad. Muchos de ellos también desempeñan un papel activo en la solidaridad, organizando actividades de ayuda a quienes más lo necesitan, desde repartir alimentos hasta promover el diálogo intercultural.
El Ramadán nos recuerda que no estamos solas, que nuestra fe se fortalece en la colectividad y que el acto de compartir, ya sea comida, tiempo o cuidado, es la esencia de este mes sagrado. Es un momento para agradecer, para dar y para reforzar los lazos que nos sostienen, asegurando que nadie quede fuera de esta gran celebración de unidad.
Es por ello, y para concluir, que debemos subrayar que el Ramadán es un tiempo de amor y de convivencia armoniosa en la que desarrollar un vínculo profundo y espiritual con una misma, con Allah y con las demás.
¡Ramadán mubarak a todas!
Que buen artículo sobre una realidad de una cultura de la que apenas conocemos y de la que tanto nos queda por descubrir…
Ramadán mubarak a todas